domingo, 10 de febrero de 2013

Pupi, ¡Avanti!

            Ayer, cerca de la medianoche, me puse a revisitar una película que en su día vi en pantalla grande, durante la VIII Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, allá por 1997.

            Se trata de “LA CASA DALLE FINESTRE CHE RIDONO”, de 1976, del director italiano Pupi Avati.



            De aquel ciclo magnífico de cine italiano de género que se pudo ver en aquella Semana, una de las películas que más me fascinó fue esta. Y la verdad es que, a día de ayer, no sabía muy bien por qué. Lo único que mi mente podía rescatar del olvido eran unas vagas secuencias en las que aparece una casa con las ventanas pintadas, y una habitación en la que se oyen voces grabadas. Poco más. Y como se acercaba la medianoche, estaba solo en casa, y ya había tenido mi ración de papilla (“Contaminación”, de Cornel Wilde), me dije a mí mismo: «ahora, o nunca».






            No me interesa mucho escribir sobre esta gran obra en clave de giallo, si es que se trata propiamente de un giallo (que tengo mis dudas).



            Pupi Avati no es un director adscrito al movimiento «In saecula saeculorum, director de películas de terror», como lo pueden ser Darío Argento o similares. Esto que nos hemos perdido. Pero al menos contamos con la ventaja de que Avati, quizás por esta razón, se haya tomado más molestias y le haya dado más vueltas en la cabeza a sus argumentos que el Argento de turno a la hora de rodar cierta historia, sobre todo si ésta se sale de lo comedio-dramático cotidiano. Como ocurre con el caso que nos ocupa (o "Zeder" (1983), que pienso revisitar también en cuanto acabe esta apología). 

            No voy a escribir tampoco sobre la historia que se cuenta, ni tampoco conviene decir nada sobre su espeluznante final. Pero sí que me interesa destacar una de las líneas argumentales que claramente interesaron a Avati allá por 1976 al rodar La Casa Dalle Finestre Che Ridono.




            Han pasado 36 años aproximadamente. Ahora que experimento, a la vez que escribo, pequeñas ricordanzas mentales del film, también pienso que hoy en día, a 10 de Febrero de 2013, se puede decir que Avati rodó un film claramente político. Como tantos otros que se rodaron en esa década dorada del cine, ha pasado a la historia del cine solamente como una película más de terror. Y no de las malas. Pero es que hay mucho más. 

            Escribe el conocido crítico de cine Roberto Cueto en el libro que se editó en la citada Semana como complemento al ciclo de películas: “El progresivo descubrimiento por parte del protagonista de esos cuadros pintados gracias a modelos moribundos —¿snuff pictures?—, el lento y casi imperceptible deslizamiento a los infiernos es, en realidad, un regreso a la semilla del horror de la civilización, al útero donde se incuban terrores primigenios sólo accesibles por la pulsión creativa y/o sexual”.  Y el propio filme verbaliza, tanto a través de los imágenes como de los diálogos, esa idea de la representación artística como vampirización de la experiencia física palpable”.

            Y cosas por el estilo… Es fácil ver con este ejemplo cómo puede encanecer una crítica de cine con el paso del tiempo (15 años).  

            Allá por 1997, las cosas no debían de estar tan mal como hoy en día, en 2013, con críticas tan (¡ojo!, comprensiblemente) estéticas. Como ya he adelantado, aunque la película de Avati siga siendo una inteligente película de terror, bastante más que la mayoría de su época y condiciones, su historia de la casa de las ventanas sonrientes es una anticipada (y bien completa) tesis sobre el estado de este país a día de hoy. 




            Lo ÚNICO que me interesa es recuperar en público esta gran película, que tiene al menos dos lecturas; la más literaria, fantástica y estética; y la social, política y moral. Cada una de ellas es precisa como un bisturí, profunda como una sima, que trabaja en nuestra mente a diferentes niveles, y se extiende sobre ella como esos grandes latifundios que existen a lo largo de nuestro país.



           
             Dura 110´. Algunos pensarán que para contar una historia de asesinatos que ocurren en un pueblo como cualquier otro son demasiados minutos. Au contraire. No sobra ni uno. Avati hace un ejercicio magistral de precisión, y no sólo rueda una película de terror de lo más digna, sino que nos ofrece, en un 2x1, un documental (nada falso) sobre el Estado de la Nación, ejemplificado en ese pueblo que el espectador conoce como la palma de su mano en el momento en que es sorprendido por la llegada de los títulos de crédito.





            A continuación, aporto una serie de fotogramas, en los que se describe a la gran mayoría de los personajes de "La Casa Dalle Finestre Che Ridono" 


El Alcalde, el Chófer, y el Mercedes.

La Antigua Maestra (Ninfómana)


La Joven Maestra (Inocente Víctima)

El Forastero (y Héroe)


El Doctor (y Asesinado Investigador)

El Tonto del Pueblo (el Imprescindible)


"Nada de hablar", le dice con la mirada el único hostelero del pueblo al chófer, a cambio de la Enésima Copa.


El Único plano de este misterioso Personaje, evidente Caudillo del Pueblo.

 Tres Inútiles buscando Algo que no van a encontrar, ante...

...la Sorpresa del cuarto invitado, vestido de uniforme.


Aparece el Tonto a recoger la mercancía...


... y el Tendero le echa una mirada bien Significativa: "Ahora no, ¿no ves que hay testigos?"

El Secretario del Alcalde parece tomárselo en Serio.

La Dueña de la Pensión es Experta en escuchar lo que No Le Importa.

Sin embargo, la única que Trabaja en la pensión, dice la Verdad.


La Mujer del Hostelero, que está como una Cabra...

... y a Él, no parece importarle Demasiado.

El Práctico Sacerdote de la Verdad


Una de las Hermanas de la Caridad


 Se diría que el Parlamento del Pueblo...


... y su digno Ayuntamiento...

...terminando como terminan muchas Historias, en una Iglesia.


Y unos cuantos personajes más, anónimos ciudadanos, que no tienen mayor papel en la película que el que Dios Avati les quiso dar.








by George R.

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