martes, 26 de diciembre de 2017

Synthesizer Age in 1966

Creo que a estas alturas todo el mundo sabe lo que es un sintetizador. Un aparato electrónico para hacer música... electrónica. En la mayoría de los casos, para acompañar a los demás instrumentos.

La gran revolución que supuso la introducción de los sintetizadores en el mundillo del pop-rock fue de consecuencias aún hoy en día difíciles de contrastar. Nos falta perspectiva.

Al menos, parece que ya hemos superado la fase en la que era casi de sentido común asociar algo electrónico con el "chumba-chumba".

Lo que está claro es que ahora la música se escucha mucho mas "bajera" que hace treinta o cuarenta años, no digamos ya cincuenta o sesenta. Nuestros oídos necesitan los bajos (antaño sólo escuchados en discotecas) para que la música se nos haga más cercana a lo cotidiano. La música de los 60 y de los 80, tan llena de melodías, necesita ser actualizada. Rescatar la melodía, pero con la envoltura electrónica.


A principios de los años 80, muchos jovencitos compraron con sus primeros ahorros, o directamente se los fabricaron ellos mismos, los dichosos sintetizadores. La gran mayoría, sin saber solfeo, ni falta que les hacía. Lo que había era ganas de hacer algo diferente. Y vaya que lo consiguieron.

Si nos vamos hacia atrás, en los años 50 se empezó a trabajar mucho con grabaciones, con sonidos pregrabados, y aquellos señores se pueden considerar como precursores. Luego aparecieron los primeros cacharros a finales de los 60. El famosísimo Moog. Etc... Pero su uso en 1966 era limitadísimo. En 1967 la cosa empezó a cambiar mucho, aunque era un órgano lo que más se utilizaba para empezar a dotar de más efectos a las composiciones.



Tras esta breve introducción, en realidad lo que quiero destacar es esta novela. 1966. Está a punto de explotar el pop-rock. Queda lo mejor. Algunos experimentarán con la electrónica. Grateful Dead, por ejemplo. Silver Apples. Pink Floyd, por nombrar algún inglés. Y es que Fred Hoyle era un escritor inglés de ciencia ficción, aparte de astrónomo. 

En esta novela, que no supera a su brillante "The Black Cloud", sin embargo se encuentra la que quizás es la mejor introducción en el mundo de la literatura de la futura música electrónica. El protagonista, pianista, viaja al futuro, y se encuentra con que la población no necesita de pianos, ni de solfeos para poder escuchar música. 

A continuación, pongo una serie de capturas. Los subrayados son míos, y son un poco chapuceros, pero es para indicar dónde están las ideas que me interesan. 

Fred Hoyle hace, en la primera de las fotos, una reflexión muy, muy, muy interesante. La música clásica y las emociones positivas van de la mano, la épica. "Pero las emociones menos placenteras no pueden ser descritas en términos clásicos". 

No se trata de describir las tristezas del amor, o de la muerte. Hoyle se refiere a la neurosis universal de nuestra época, la que nos acompaña en los últimos 70 años.  Está ya dando el paso a las nuevas músicas que vendrán, sobre todo las del gris periodo de los años 70, gris pero fundamental, y terriblemente rica en estilos y formas.



 En las siguientes tres fotografías, describe el uso que hace el protagonista del sintetizador flotante con el que se encuentra en el futuro. Básicamente, lo que más le sorprende es que las teclas y sus efectos no tienen nada que ver con los de un piano. Podía dar más o menos volumen, apretando más o menos. Es la presión la que decide el volumen.





Se refiere a las variaciones de Diabelli más abajo, tan queridas por Aldous Huxley. Y aquella gente del futuro ya no tiene por qué tocar ningún instrumento... para escuchar música. Algo que nos puede parecer lógico hoy en día, pero... es una lógica que no tiene tantos años...


Es casi seguro que Hoyle estuvo en algún tipo de estudio de música electrónica en aquellos tiempos, y utilizó su experiencia en esta novela. Que por lo demás, es sobre viajes en el tiempo alternativos, según en qué franja viviera uno en la Tierra.

by George R.