La primera edición fue todo un éxito. Y la segunda. Tres meses más tarde, salió la tercera. Para Navidad, la editorial echó la casa por la ventana, y lanzó una cuarta, modificando la portada del libro, en la que se anunciaba que la novela era un éxito total. "¡Tres ediciones agotadas!".
Sin embargo, es imposible localizar una crítica, positiva o negativa, sobre "En Los Confines De La Yema". No existen. Al parecer nadie ha podido leer la novela, y a la vez, criticarla. Quizás tenga algo que ver que las cuatro primeras ediciones agotadas sumen un total de ocho ejemplares vendidos.
El autor, convencido de su éxito, piensa en el siguiente paso. Algo más atrevido. Una edición de un millón de ejemplares. Ya está en conversaciones con cierto impresor. Éste le promete un primer lote de cien mil unidades que saldrán bien blancas y calentitas para el fin de semana que coincida con los próximos carnavales.
Manu, el autor, no piensa en cómo podrá pagar al impresor si solamente vende las novelas como hasta ahora; es decir, regalándolas a los borrachos que ve por la calle justo antes del amanecer. Lo que sí ha hecho es comprarse un carrito de la compra, por si acaso. Empieza a hacer frío. Incluso nieva. Hay que proteger esa quinta edición.
Pasan los meses. "En Los Confines De La Yema" se sigue vendiendo bien. Hace pocos días, Manu ha tenido la suerte de encontrarse con un nutrido grupo de chavales que volvían a casa después de hacer un botellón de los de antes. Ha repartido su libro con alegría.
Me quedan diez minutos para contar la historia de Manu, y a él, dos días para que le empiecen a inquietar las llamadas del impresor. Éste dice que no ha recibido ningún pago por el momento. Y van doscientos mil ejemplares más impresos.
Recién salido del horno de papel el 333.339, Manu piensa que quizás sea suficiente. Realmente, toda la ciudad ya conoce su trabajo. Especialmente los barrenderos. Pero quiere llegar al menos al medio millón.
En un ramalazo de ingenio y de oportunismo, se le ocurre ofrecer su best-seller a los empleados de una sucursal bancaria por la que siempre pasa. Éstos, poco conocedores de los hábitos y costumbres del arte y de la noche, le ofrecen a Manu un par de monedas de euro por uno de los ejemplares.
Y Manu, sorprendido, les contesta:
-No, no hace falta que me paguéis ahora. Ya lo haréis después, tranquilos.
Tres minutos; un poco de corrección antes de publicar. Mientras, Manu, con los quinientos mil ya vendidos, y a falta de pagarlos, empieza a pensar en la sexta edición.
by George R.
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