jueves, 2 de febrero de 2012

El Sub-Mundo De Sofía

            Mis abuelos paternos compraron, con los ahorros de toda una vida, el piso cuarto derecha del número 33 de la calle de los Pastores hace muchos años. Lugar en el que se criaron mis padres, y más tarde, yo y mi hermano. Ambos vivimos hoy en día en este mismo piso. 

            Hace unas semanas, por la mañana, a eso de las once, mientras cocino tranquilamente (mi hermano ha salido en busca de trabajo), se presenta en casa una chica de unos treinta años. Muy bien vestida, educada, bastante guapa.

            ¿Sí?
            Hola, buenos días. Vengo a entregar mi currículumme quedo en silencio, sonriendo. Ella prosigueSí, es para eso de la nueva campaña de viviendas.
            No sé de qué me hablas, pero aquí no puedo ofrecerte ningún trabajo, le digo, con cierta sorna, enfatizando un poco más mi sonrisa.
            ¿No has ido a la última reunión de vecinos? ¿No sabes nada del programa PPP?
            ¿PPP? le suelto, y pienso para mis adentros que los comerciales ya no saben lo que hacer con tal de quedarse contigo un rato.
            Sí, Pisos Para Preparados.
            ¿De qué me hablas? No voy a cogerte el currículum de todas maneras, no vale la pena que me des un papel que voy a tirar a la basura.
            Ya veo que soy la primera que llego aquí, esta vez me sonríe ella—, debes guardar todos los que te traigan. Dentro de un mes, más o menos, se hará la selección. En otras ciudades ya ha empezado.
            Oye, mira, no me vengas con bromas. Ya tengo suficiente con mis problemas, ¿sabes? Yo también estoy en el paro Y se acaban las buenas maneras, por ambas partes.
            No me importa cómo te pongas. Mira empieza a sacar más papeles de su bolso, te dejo aquí la normativa. Léetela y luego te lo piensas antes de tirar nada a la basura. La ley está de mi parte.

            Sin que pueda decirle nada más, se va, dejándome entre manos la intrigante normativa, y su propio currículum. Cierro la puerta con cierta violencia, y me dirijo a la cocina. Se me ha pasado el arroz, un poco, por lo que maldigo a la muchacha, visita de mal augurio a partir de este momento. Me voy al salón, me tumbo en el sofá, y antes de empezar a leer el tostón de normas, echo un vistazo al currículum.

Sofía, de Madrid, 1984, más joven de lo que me ha parecido; licenciada en Derecho y Máster en la Universidad de Comillas; prácticas en varios despachos; dos años de experiencia en Boston; inglés, francés, alemán, e italiano. Coche propio, aficionada a la repostería, al esquí, y a la lectura. En resumen, un muy buen partido. El papelín incluye su teléfono y dirección de correo electrónico. “Quizás habría que darle una oportunidad a Sofía”, me digo, volviendo a sonreír, mirando detenidamente la pequeña fotografía que tengo delante.

Habiendo cumplido con mis obligaciones de amo de casa, decido que éste es un buen momento para encender la televisión. Ya he leído suficiente. Tras estar un rato pasando canales arriba y abajo, finalmente me quedo viendo la segunda parte de un partido de fútbol en diferido. Sé el resultado de antemano, pero siempre está bien ver perder al Madrid. Tras la jugosa rueda de prensa, me levanto, y agarro el mando para apagar la tele, dispuesto a pasar a otra cosa, mariposa. Pero no sé cómo ocurre, le he debido de dar a otro botón sin querer, y empiezo a ver otro canal. Una señora, apoyada en la puerta de acceso a su casa, grita como una energúmena algo de que ella no se va de su casa. Me doy cuenta de que la escena se convierte en una fuerte discusión entre la señora y un policía, y me vuelvo a sentar en el sofá. Al parecer, la echan. Y es entonces cuando aparecen estos titulares en la parte inferior de la pantalla: “El programa PPP empieza a ponerse en marcha”. De inmediato, me acuerdo de Sofía.

            Apago la televisión, y me pongo a leer los papeles que ella me ha dejado. Habiendo leído algunos párrafos introductorios, salgo a la terraza a fumarme un cigarrillo. Y otro. Vuelvo al salón. “El talento debe quedarse en casa”, se titula lo que a continuación leo.

            “Mérito. Esfuerzo. Experiencia. Inteligencia. Fuerza. Optimismo. Valentía. Ésta es la cadena de valores que debe rodear a nuestro país. Y para que esto ocurra, hay que añadir una suficiente dosis de patriotismo. Y de generosidad. Hay que darlo todo por el país, para que éste nos lo devuelva, el todo, más los intereses. Con este enfoque tan simple, y a la vez, tan equilibrado, se pone en marcha el programa “Pisos Para Preparados”, por el cual, a toda persona con una trayectoria suficientemente meritoria en su carrera profesional, se le da la posibilidad de disponer de una vivienda digna, de forma gratuita. Con la eliminación de esta carga tan cotidiana para muchos de nuestros mejores profesionales, se espera que sean capaces de desarrollarse de una manera óptima en cada uno de los campos en los que depositan sus numerosos esfuerzos, caudaloso carisma, y probado potencial. Como primera medida a implantar…”.

            Otro par de cigarrillos. Un vistazo al currículum de Sofía. Pensamientos sobre la posibilidad de compartir mi piso con ella; sobre una futura, pero cercana, discusión con mi hermano; sobre cadenas de palabras que me estrangulan. Sigo leyendo más abajo.

            “… mediante el envío por correo, o usando el sistema de puerta a puerta, de su correspondiente historial profesional, o currículum vitae. Tras la finalización del plazo correspondiente, un inspector, formado específicamente para este programa, se dirigirá a cada domicilio en concreto, donde hará una selección preliminar de los candidatos. A continuación, a éstos se les detallará por correo electrónico un día y una hora concretos para atender a una sesión de entrevistas (personales y de grupo), a celebrarse en lugar público a determinar en cada caso, tras la cual, se elegirá un solo candidato que pasará a ser único beneficiario del domicilio en cuestión…”.

            Una nueva visita a la terraza. Empiezo a hacer avioncitos con los papeles de la dichosa normativa de Sofía. Todos volando por la calle de los Pastores. Algunos llegan a su objetivo: aterrizan sobre los contenedores que están hacia el final de la calle. El último es el de su historial profesional. Es el que mejor lo hace, será cosa de su más aerodinámico diseño, y llega a dar con su morro en la panadería de la esquina. Un niño lo recoge del suelo y lo estampa contra el escaparate repleto de bollos y tartas. Vuelvo dentro, me siento sobre mi mesa de diseño, soy arquitecto, a fin de cuentas, agarro papel y boli y empiezo a redactar mi propio, meritorio, optimista, y valiente, currículum vitae.  La ley debería estar de mi parte.





by George R. 

2 comentarios:

  1. una idea descabellada e interesante, verse forzado por ley a dar cobijo y manutención a las personas productivas y brillantes. con el esfuerzo de todos se puede! por una Espanha digna!!

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  2. gravinci gravinci!!! que juro que no soy un robot...o eso creo

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