Está acostado. Se despierta; quizás. A su lado, duerme su pareja. Todavía no ha amanecido. La vejiga aprieta un poco. Hay alguien más, ahí, en la habitación. De pie. Esperando.
Ha llegado el calor, y por fin, los edredones han desaparecido. Es más difícil lograrlo en verano; pero una vez alcanzado el sueño, se descansa más en menos tiempo. El dormir del invierno es acaparador, glotón, fofo; casi cansino.
La tenue sombra que ve recortada en la pared de enfrente no se mueve. ¿Qué hacemos con ella? ¿Sueña usted? ¿Duerme? ¿Es producto de su imaginación? ¿Alguien ha entrado en su casa para robar? ¿Un amigo que está de broma?
¡Reaccione! ¡Escoja un camino!
Contra todo pronóstico, se vuelve a quedar dormido.
Algunos dicen que se ha acostumbrado usted a verla por las noches. Su indecisión, la de usted, es tal que no permite a esta historia avanzar de ninguna manera. No sabemos si se trata de un violador; o de un amante recurrente. De un caso de visiones nocturnas. De sueño. O de pesadilla.
Quizás el futuro de la ficción descanse en paz. ¡Hasta que usted se de cuenta de que el espectáculo debe continuar!
- ¡¡ESTÁ BIEN!! Es tan fácil pintar sombras en la noche. Y tan difícil recordar su forma por la mañana. Pero lo que usted quiere es una historia, y se la voy a dar. Son manchas de humedad. Hormigas que sólo mean de noche, borrachas de azúcar. Y que quieren volverme loco con sus provocativas coreografías. ¿Está contento? Ya tiene su maldita historia.
by George R.
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